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Nueva DC: Hacia una refundación
partidaria desde el testimonio territorial

El Partido Demócrata Cristiano tiene hoy un diagnóstico claro: su crisis. Una crisis que no quiso ver ni aceptar y que se arrastra desde finales de la década de los 90, en el siglo pasado. Una crisis que se expresa en magros y decrecientes resultados electorales, a razón de una incapacidad para actualizar nuestro ideario político-doctrinario; generar nuevos y potentes liderazgos; asimilar los crecientes cambios en nuestra forma de vivir y relacionarnos, incluyendo la influencia y efectos de las tecnologías de la información o el cambio climático; o su advenimiento en una máquina de poder y de repartición de cargos.

En ese contexto, la crisis de representación y creciente falta de legitimidad institucional debe ser un objetivo central de nuestra futura gestión partidaria. Debemos impulsar una arquitectura constitucional y política que establezca estímulos para avanzar en una mayor justicia territorial, distribución o descentralización del poder y ampliación de la libertad, discrecionalidad y autonomía de las personas desde los niveles de organización territorial más básicos.

¿Cómo avanzar a un partido que defienda y encarne un humanismo cristiano del siglo XXI? ¿Cómo lograr que la DC vuelva a ser esa fuerza transformadora al servicio de los más desprotegidos y no acomodaticia y servil de ciertos intereses políticos y económicos mezquinos?

La base de representación partidaria debe exceder a la lógica que domina a los lotes y facciones históricas vigentes en el partido. Dichos liderazgos deberán ante todo surgir, expresar y liderar humilde y testimonialmente al partido desde los territorios, los barrios, las comunas, el activismo comunitario en sus diversas expresiones, y el sentido común ciudadano, antes que definirse y orientarse a potenciar camarillas y negociados.

Establecer y encarnar un proyecto político partidista que se exprese de manera propositiva, constructiva. Por ello nuestra identidad y gestión se definirán desde la vereda de la colaboración al gobierno del nuevo presidente Gabriel Boric y del Congreso electo, antes que en la reafirmación obtusa y aislacionista de caminos propios desprovistos de mayor contenido.

La invitación que hacemos entonces es a ser partícipes de este renacer y refundación de la DC, pero buscando respuestas y horizontes de acción política más allá de la DC.

A sumar a todas las voces y miradas de la sociedad civil, organizaciones sociales, ambientalistas, feministas, pymes, emprendedores, pueblos originarios, trabajadores, entre muchas otras expresiones de la sociedad, para avanzar todos juntos ahora hacia una verdadera y anhelada revolución de la dignidad.

Hacia una nueva DC que no sólo encarne los mejores valores y virtudes de sus fundadores. Que no sólo sepa revalidar y mantener los grandes logros alcanzados en pasados gobiernos y gestión demócrata cristiana. Sino que sepa influir y luchar por eliminar las crecientes brechas y desigualdad de trato que el desarrollo económico reciente ha ido produciendo o perpetuando.